Un pintor y escultor español de dimensión universal
Este libro dedicado a la vida y obra del pintor Diego de
Giráldez pretende facilitar el conocimiento de su extensa obra, y vivencia –en
cuanto a esta, una aproximación, le queda mucho por vivir y decir en su
biografía-, a quienes no la conocen.
Diego de Giráldez es un pionero del nuevo realismo español
cuyas ideas, y estilo propio, los materializó y materializa desde los finales
del siglo XX y los principios de XXI, además da y dio de beber a los múltiples
logros alcanzados por artistas de su generación.
No es difícil, tampoco fácil, pero sí ardua la tarea de
buscar los datos para hilvanar algunos hitos de la vida de Diego, para
describir al hombre que hay detrás del autentico artista, rebelde ante lo estancado
e inmutable de la pintura de finales del pasado siglo XX, a la cual, con
genuina pasión hace el aporte de su gran creación, el Realismo NAS (Registrado
en 1982, aunque ya venía trabajando en él desde antes de 1977), estilo con el
que despierta corrientes estéticas nuevas y técnica diferente de las que se
están nutriendo artistas contemporáneos, desde entonces a nuestros días.
Diego de Giráldez como artista, descubridor del estilo NAS,
es un pintor sorprendente en sus planteamientos plásticos, que en ningún
momento deja indiferente a nadie. Excelente dibujante, gran conocedor e
inventor de materiales, pigmentos, técnicas y texturas.
Nacido en A Cañiza (1957) y afincado en Vigo desde su
infancia. Se le cataloga como realista –realismo social-, surrealismo,
naturalismo y abstracción unidos, es difícil de definir el lenguaje utilizado
por este excepcional pintor que conmociona por su originalidad, belleza,
crudeza o interpretación del dolor.
Datos de su vida
Corría 1957 y Diego de Giráldez nacía en la pontevedresa
villa de A Cañiza. Lo hizo este artista genial en el seno de una familia
gallega de padre marino y madre pequeña empresaria. Proveniente de una de las
familias más relevantes de la historia de esta Villa, de la importante casa de
Borza (En la rama de la Casa
del Cardenal- los Giráldez y Lago-, en Borza-Valeixe), hay otra rama del
Morgado del Pazo de Borza, que adquirió el apellido de mayor abolengo,
Sarmiento, al casarse el hijo del primero con una hija descendiente de la Casa Palacio del Conde
de Cervellón (Parada de Achas), D. Diego Pérez Sarmiento. Con el paso del
tiempo han sido señores del Pazo los Sarmiento de Sotomaior, uno de ellos D.
TOMÁS SARMIENTO Y ALDAO DE SOTOMAYOR. Nos recuerdan, viejos documentos,: “ramo dos Sarmientos de Sotomayor, radicado
na freguesia de Santa Cristina de Valeixe, em frente de Melgaço………”. Apenas
estaba dando sus primeros pasos el pequeño, Diego de Giráldez, muestra
inclinaciones por las Bellas Artes, en especial la pintura, quedando de aquella
época dibujos realizados con carbón sobre papeles que encontraba por casa, eran
sus primeros trazos, los primeros latidos de un genio que iba a crear escuela.
Fue el día 8 de marzo de l957, a las 24 horas, como el que no quiere abandonar ese día.
Nació en A Cañiza, provincia de Pontevedra, en el seno de una familia pequeño
burguesa, Diego de Giráldez, a quién le impusieron los nombres de Manuel y
Diego. Hijo de Antonio, oficial de la marina mercante, y Luz empresaria de
hostelería que al mismo tiempo se encarga de la educación y cuidado de los
hijos, debido a que el padre estaba ausente con frecuencia, requerido por su
profesión de marino; nieto, por línea paterna, de Diego y Generosa y por línea
materna de Evaristo y Luz, todos naturales de A Cañiza (Pontevedra). Todo ello
tiene interés para determinar la personalidad de este pintor, pequeño, algo
calvo, de piel blanca y ojos oscuros, tercero de cuatro hermanos y que quizás
esos prolongados periplos, de su padre, en la mar, hagan de él un niño juguetón
y con inquietudes, que comienza muy temprano a dibujar, cuando a penas andaba
ya “pintaba” con carbones de la “lareira” sobre papel de estraza, de envolver
el pan, los que su madre desechaba. Y que hoy en día, en opinión de críticos
tan significativos como Santiago Amón y
Ramón Faraldo, es un “pintor
sorprendente” que creó un nuevo estilo dentro de este nuevo realismo
combinado con naturalismo, abstracción y surrealismo.
La infancia de este
niño, hijo de un matrimonio maduro, tenían cuando nació Diego, el padre 41 años
y la madre 38, transcurre entre los mimos y atenciones de su madre y las
ausencias de su padre que ya empieza a tener problemas de salud dejándolo
huérfano, el 15 de Junio de 1965, a los ocho
años de edad. Poco después su madre se traslada a Vigo con el resto de la
familia y es donde a partir de 1967,
después de salir del colegio público de la calle del Pino, asiste a clases de
dibujo en la Escuela
de Artes y Oficios, sin matricularse, gracias a que los profesores se lo
permitían pese a su corta edad. Este niño que responde al nombre de Diego
pronto empieza a destacar como dibujante y ejerce, ya, como pintor que tiene
todas las características para ser un nombre que pise fuerte en este “mundillo”
del arte: vienen sus primeros premios por dibujos al carboncillo, exposiciones
colectivas y su primera exposición individual: “..., inquieto, con toda la fuerza y sabiduría de los Druidas
Celtas...”, como nos recuerda Ramón
Faraldo. Camina, los primeros años, silenciosamente, acumulando formación,
pero hace notar su presencia entre los alumnos de la Escuela de Artes y Oficios
de García Barbón - hoy Universidad Popular de Vigo- y en círculos y tertulias
artísticas, siendo siempre el benjamín del grupo. El brillo de sus ojos, la
constancia y la seguridad en lo que hace, presagian que este joven afable,
sencillo y de sonrisa bondadosa se convierta, en lo que hoy es, en un valor
artístico intemporal y universal. Este nombre de excepción entre la pintura
contemporánea de los últimos años, pinta, en esa época, lo que conoce: el
paisaje, sus gentes, las naturalezas muertas con colores y luces de nuestra
tierra. Hoy domina una obra que ha sido catalogada, considerada por la crítica
especializada, como una de las más personales de la pintura española
contemporánea. En los años 70 y sobre todo a partir de 1975 existe en España,
en Galicia y en Vigo un período de oscilación expresionista, que parece beber
en las fuentes de los expresionistas alemanes del 62, algunos pintores buscan y
no hallan en esos crecientes contrastes entre lo nacional y lo regional y lo
internacional e intemporal, incertidumbre que se va aplacando en 10 o 15 años
con una auténtica reflexión desde la sociedad en todas sus facetas: dentro del
arte, de la literatura,.... Tensión y movimiento, que eran las características
esenciales de esa época y que aparecen en el mundo del arte como un impulso
ascendente, sin importar las bases fundamentales de cualquier movimiento
artístico: dibujo, difuminación, equilibrio,..., contrasta con la opinión de
algunos críticos y la sensación de ser arrastrados hacia abajo.
Desde el año 1967 - año en el que toda la familia opta por
trasladarse en busca de un mejor horizonte - reside en Vigo, ciudad que le
ofrece la oportunidad de conocer a personas relacionadas con el arte, apuntarse
a la Escuela
de Artes y Oficios y visitar diferentes museos, no sólo en la provincia,
incluso en ocasiones acompaña a miembros de la familia a la capital de España
aprovechando las visitas para ver arte.
En años venideros vive con la ciudad una época de gran
ilusión y convulsión –a finales de los años sesenta- la existencia de un grupo
musical con resonancia mundial, "los escarabajos" o
"BEATLES", que además de introducir un cambio en los esquemas
almibarados de la música, aparejan un movimiento de confrontación con los
esquemas sociales de la época, quizás esta “revolución” le haya marcado lo
suficiente como para que, aún hoy en día, cuando trabaja, se escuche de fondo como
suena, en su viejo tocadiscos, alguna famosa canción de los Beatles. También la
época de protestas, las del 72, y posteriormente la reconversión naval,
etcétera. Llegado el 75 trasladó su estudio a la calle Real (Diego amante de la
naturaleza y los animales, se instala en el gran caseron de los números 31-33
–fueron famosos sus gatos: el pequeño y débil Creso, el fortachón y arrogante
Ciro y el tranquilo y contemplador Zenón, y sus perros: la inteligente y
saltarina Diana y el guardián y fiel Sultán. El mastín, Ton, lo había
trasladado a su finca de A Cañiza- crea un pequeño huerto en el patio trasero
de la casa, dividido en dos tracitos, en uno cultiva algunas plantas de
tomates, pimientos, ajo, cebolla, …., y en la otra, como amante de la medicina
natural, plantas medicinales donde no falta la Hierba Buena , la Hierba Luisa , el Hortelán…., y
por medio alguna planta de perejil, y una de Ruda. En una ocasión expresa su
opinión sobre la necesidad de que: “Galicia
pode explorar, agora que tódalas xentes nos abrigamos nás cidades, a
agricultura natural, aquela que facían os meus abós, e que deixou de ser unha
actividade de vida no rual. É preciso, con vistas o futuro desta vella
Gallaecia, tela como alternativa para adquirir entidade de seu, constituíndo en
si mesma unha filosofía de vida no medio, produción e consumo saudable, e para
que non sigan desertizándose esas zonas que tanta delicia nos aportan. Pero
para que logo iso exista e preciso un maior coñecemento por parte da sociedade
e unha aposta pública polo seu desenvolvemento. Unha mellora na toma de
conciencia do consumidor cara este tipo de produtos e o ben que se lle fai a
saúde e a vida dás xentes que habian os pobos do noso terruño. Temos, na nosa
terra, cousas excelentes que pouco coñecemos ou consumimos e menos exportamos:
Os viños Galegos (estes bébense polas tascas, ainda que hay xentes, como
Antonio Alonso Fontán, que teñen metido na cachola formar cooperativas que
leven a marca dos viños de cada zona, fala algo do orixen); o pan natural – o
de Cea, …, mercámolos nás feiras dos pobos-; a mel; as carnes de porco que tan
ben se dan na Cañiza -nadie esquece tomar o bocadillo de xamón cando se pasa
por esa Vila-; o vacún, o leite,…..; -antiguamente tamén se facía a sidra, temos
unha gran variedade de mazás-; as setas galegas que medran por todas as partes;
as castañas -¿quén non ten un castiñeiro na súa horta?-. ¿E dos pobos da beira
do mar? Destas augas incribles poden sair múltiples productos para alimentación
e a saude: dende ás algas hasta as conservas de sardiñas”). En ese año 1975
realiza su primera exposición individual. De ese acontecimiento, Álvaro
Cunqueiro, Francisco de Pablos,.…, dejan un extenso e intenso retrato de la
personalidad del joven autor, de su obra expuesta, sus vivencias y modo de
creación.
Este hombre siempre dispuesto a llevar el nombre de Vigo y
Galicia por el mundo, ha realizado múltiples muestras. Son muchas las
exposiciones tanto colectivas como individuales que ha realizado Giráldez desde
el año 1975; desde ese año su pintura se ha podido ver, sobre todo, en
Barcelona y Madrid, además de las importantes capitales europeas y de fuera del
continente, pero también en la provincia de Pontevedra y las otras capitales de
provincia y ciudades gallegas. La crítica de esa época destacaba la valía
artística, especialmente la originalidad, la pulcritud y calidad de su
ejecución técnica. Sobre la obra de esos años nos hablan de transparencias en
sus famosos vasos de agua, del contexto onírico y de la explosión de colores….,
en la que nos muestra la vida del hombre en el rural, los mágicos bodegones con
utensilios domésticos, paisajes, animales o personajes que figuran estar fuera
de la realidad aparente.
Alos 50 años del nacimiento del pintor, mejor dicho aún no
cumplidos los 50 años, inauguró su propio museo, Casa-Museo Diego de Giráldez,
que acoge una gran muestra desde la
infancia y juventud del artista. Se trata de la mayor retrospectiva
dedicada en exclusiva a su pintura, escultura y dibujos.
En total, esta selección de obras consta de más de
quinientas piezas realizadas entre 1962, cuando el artista contaba solo con 5
años y vivía en A Cañiza, su pueblo natal, y abril de 2006, cuando reside en
Vigo, su ciudad de adopción. Durante este periodo, Giráldez pintó infinidad de
cuadros, incluidos retratos, bodegones, paisages y obras de mediano tamaño,
pero también muchas composiciones de gran formato.
La exposición permanente de la casa museo trata de responder
a varias incógnitas que existen alrededor de la figura de este artista. Entre
los interrogantes se encuentra la creación del estilo NAS, mientras en sus
primeras obras encontramos, entre otros aspectos, la idealización
característica de su primera etapa.
Nunca antes se habían reunido en un mismo espacio tantas
obras de los primeros tiempos de Giráldez, uno de los pintores gallegos más
universal, cuyo trabajo, en sus principios, se caracterizaba por el detalle y
la exquisitez con que retrataba la naturaleza muerta: en sus bodegones vemos
flores, frutas o cacharros domésticos que disputan con juegos visuales salir de
la oscuridad de sus fondos. En el recorrido podemos apreciar como se va
atreviendo con composiciones más complejas en encuadres desconcertantes en los
que aparece la iluminación naturalista que dará paso a una importante creación.
Ya en ese tiempo se observa una obra de un atractivo excepcional que le eleva a
la categoría de los maestros del bodegón en España y en el entorno europeo.
Para quienes apreciamos el arte de Diego de Giráldez la
inauguración del museo fue un día especial. Cuando se cumplía casi medio siglo
desde el nacimiento del exitoso pintor que tanta confusión ha creado, tomándole
por realista –decía Ramón Faraldo: Diego de Giráldez no es un realista, bajo
ningún concepto- u otros adjetivos convertidos en generalidad, se inaugura
este original museo, donde cuelga una importante parte de su obra, la colección
privada. En esta exposición se encuentra la mejor colección de dibujos realizados
por el artista, por lo que supone una oportunidad única para poder apreciar y
estudiar cómo plasmó el artista su compromiso con la sociedad de aquellos años
y con el propio dibujo.
La vida de Giráldez es un ejemplo paradigmático del artista
humilde que fue cobrando relevancia y prosperidad a través de su propio
esfuerzo y talento. Huérfano de padre desde los ocho años y criado en un
ambiente familiar unido por su madre, alcanzó a los a la tempranera edad de los
dieciocho años el reconocimiento artístico de su obra. Para luego trasladarse a
tierras catalanas y aprovechar una estancia que fue trascendental para su
formación y carrera artística, pues en este período, aparte de relacionarse con
importes personalidades del mundo del arte y vivir de cerca los movimientos que
se desarrollaban al otro lado de los Pirineos, le catapultó a la esfera
internacional.
La recopilación de algunos episodios expuestos en estas
páginas nos ha llevado su tiempo -los otros fueron más fáciles puesto que están
recogidos por los estudiosos de la plástica- han sido indagaciones en el seno
de su propia familia y charlas con muchas personas, con las cuales hemos podido
dialogar al respecto: compañeros de Diego en el colegio, en la Escuela de Artes y
Oficios, amigos vigueses o catalanes, vecinos de sus estudios o de A Cañiza que
le vieron nacer, aristas, escritores y poetas contemporáneos de Giráldez,
además de coleccionistas y responsables de museos que apostaron por comprar sus
primeras obras –viendo que detrás de aquel joven había un gran pintor- y
exaltar sus méritos. Todos ellos nos dejaron memorias, algunas borrosas sobre
el trato con el artista niño, repetidas hoy en este libro.
En el año 1977 viaja a Cataluña instalándose en Olot con
objeto de continuar su formación. Fue ésta una experiencia muy interesante, la
de encontrarse con los movimientos que se respiraban en esos momentos y con
personalidades de gran importancia en el mundo de la plástica. En estos pueblos
catalanes hemos perseverado en buscar datos específicos de los movimientos del
artista en los acontecimientos de entonces, también en publicaciones
conservadas en las hemerotecas. Hemos hecho contactos con quienes pudieran
aportar algo de sus recuerdos. También en Barcelona buscamos los pormenores de
la vida de Diego de Giráldez, hoy personaje influyente en las ideas
revolucionarias del realismo, en los jóvenes artistas de de los finales del
siglo pasado y en los principios de este siglo; de manera que creemos haber
hecho un interesante trabajo de campo para completar casi todos los recursos de
investigación para narrar la vida y obra de este pintor español y universal.
Diego de Giráldez fue el tercer hijo de don Antonio y de doña Luz. El padre llegó A Cañiza
procedente de la parroquia de Parada, conociendo a la madre, nativa de esta
Villa, y años después terminan casándose. Mientras el primero dedicaba su
tiempo a la profesión de marino, su madre se encargaba de una pequeña empresa
compuesta por un restaurante y una tienda de ultramarinos. Procedente de una
familia interesada por la cultura, la educación, la traumatología, …. –era
frecuente ver en la casa de los Giráldez bastantes libros, algo infrecuente
para la época- , transmite a los pequeños una esmerada educación. En este
ambiente se desarrollan los primeros años de la vivencia de Diego, niño. En el
que ya aflora el carácter de artista.
Diego de Giráldez, con escasos años de edad, se distinguió
como una criatura sumamente paciente e inquieta de espíritu cuando se
entretenía dibujando, sobre viejos papeles, con los carbones de la lareira, y
juguetón y de carácter suave el resto del tiempo. Siempre rodeando a su madre,
con la que le une lazos de profundo amor, por el desbordado afecto que ella le
profesa. Aún ya crecido, su diminutivo, para la madre, es el de “o meu
filliño”, cuando le menciona a otras personas de la familia. Le orientó en el
camino de la rectitud con sentido ético determinado y determinante. Su primer colegio
fue el de doña María, en la escuela del Regueiro, y la de don Pedro o la
escuela privada de don Luis. Hasta aproximadamente la edad de ocho o nueve
años. Dicho centro contaba entonces con capacidad para unos setenta alumnos,
donde regía estricta disciplina, forjadora de rigores y obediencia. Diego dejó
fama de estudioso. Sobresalió por sus modales correctos y buen comportamiento,
mereciendo alabanzas de sus profesores como buen alumno. Alos diez años la
familia se traslada a Vigo, donde continúa su vida de estudiante compaginándola
con la asistencia a clases de dibujo en la Escuela de Artes y Oficios.
El medio vigués de la época era de gran ebullición
industrial y pesquero y dominaba la influencia de la religión católica,
asistiendo a misa con devoción. Prevalecía la educación formal y escrupulosa,
dándose prioridad a la urbanidad. La formación moral era preferentemente
dirigida por los padres dentro del hogar, en su caso por la madre que utilizaba
como medio el diálogo. La madre, de refinada educación y pulcros modales,
orientaba a los hijos dulcemente, enseñándoles pautas en un trato hogareño,
social y estético, pues era hija de una familia culta, criada con los motivos
característicos del ambiente de una familia de buenas costumbres, dicción y manifestaciones.
Cuando asistía al colegio de don Pedro o de doña María, en
sus ratos libres se “divertía” dibujando o estudiado en casa con empeño durante
largas horas que compartía con ratos tocando la guitarra –instrumento que
siempre le gustó, aún hoy hace sus pinitos con la vieja y gastada guitarra-,
además hablaba de sus adelantos escolares, únicamente en el círculo familiar,
por que era tímido y no le gustaban los elogios aunque fueran merecidos. Su
modestia es una cualidad que le caracterizó, y caracteriza, en toda su vida.
Contaba diez años cuando oía los entusiasmos del hermano mayor, Evaristo, por
su asistencia a la Escuela
de Artes y Oficios. Cabe decir que se aplicó en ella tanto, que los compañeros,
todos mayores, y los profesores se maravillaban de su disposición para el
dibujo. Luego, en poco tiempo el alumno resultó ser mejor dibujante que los
maestros, como puede apreciarse en los cuadros guardados por la familia y que
ahora se muestra en su casa museo. En ellos se aprecia la gran delicadeza, la
soltura y la nitidez de línea.
La adolescencia del
artista transcurre en Vigo
En los años setenta del pasado siglo XX, el medio artístico
de Vigo era muy bullicioso: las reuniones de pintores y escritos en la Taberna de Eligio eran tan
frecuentes como las exposiciones que desarrollaba, entre otros, la Caja de Ahorros Municipal de
Vigo. En el caso de Diego de Giráldez habría de agregársele el interés por las
revistas y publicaciones que recibía del exterior, enviadas por distintos
familiares, con información e ilustraciones con lo último en bellas artes y
artes plásticas. Naturalmente, fuera de tales contactos con el extranjero y sus
movimientos artísticos, a través de esos medios de comunicación que llegaban
con cierto retraso a su domicilio vigués, poco o casi nada le era conocido en
cuanto a los trabajos que estaban agitando tanto a América como a Europa en el
mundo de las artes. En ese tiempo, conoce y frecuenta un grupo de amigos,
artistas y escritores, sensibles a la cultura en general y al arte en particular
con los que frecuenta tertulias que le sirven para ampliar, de forma teórica,
su intelecto.
Así pues, la trayectoria artística de Giráldez era conocida
desde su juventud en ciertos círculos y nada tenía de extraño que al llegar
1975, esta bulliciosa ciudad, recibiera con éxito la primera exposición
individual del ya conocido artista cañicense –habia realizado varias
exposiciones colectivas-, ansioso de nuevos horizontes, pleno de inquietudes
intelectuales, no era raro que le buscasen y arropasen en cita tan
significativa para el joven pintor que ya hablaba de la necesidad de la
evolución de la pintura realista y que entonces empezaba a indagar algo que
luego se llamó Realismo NAS. Creo que parte del éxito de Giráldez debe darse al
mérito de aquellos que animaron y prendieron en aquel espíritu inquieto la
chispa de la renovación plástica, en sus críticas incisivas, en sus consejos
lapidarios e irónicos, iba explícito sacudir las luces de su intelecto y el
talento pronto a despertar y convertirse en lo que es: un revolucionario
plástico, descubridor de una nueva técnica y estilo artístico en el mundo
contemporáneo.
Es de recordar que en los
años 1974/75, también, un pequeño grupo de artistas y poetas
principiantes, se reunían en torno a Giráldez, en su estudio del Casco Viejo.
Le buscaban especialmente en su casa-estudio, donde las tertulias literarias y
artísticas constituían el tema diario; incluso algunos pintores, mayores que
él, trabajaban bajo su dirección. Podemos decir que esos artistas habían
recibido un legado de arte añoso y caduco, y Giráldez, impulsado por la
inquietud y la necesidad de la renovación plástica, conjugando su talento
creador y su premura por generar aspectos innovadores en la pintura, era una
fuente en la que beber. Eso lo pueden ver aquellos que visiten su casa museo y
comprueben como el campo experimental se abre con él, ilimitado; así podemos
apreciar en sus cuadros como sin abandonar su línea experimenta en las
diferentes etapas de su busca del NAS, desde su inconformidad, desde su ansia
por asir nuevas formas, luces, colores, incluso como persigue diferentes
corrientes en las que realiza experimentos que nunca pondría a la venta.
Febrilmente investigaba con carboncillo, lápiz, tinta, acuarela, óleo,
acrílico, pastel,.…., la mejor forma de
plasmar la exigencia de la visión. Diego, en aquellos años, rebuscaba,
experimentaba, borraba,.…., hasta satisfacer su anhelo de perfección. En
ocasiones se negó a firmar algunas de sus obras, las cuales terminó
rompiéndolas.
En su vida artística no aparece ningún cuadro impresionista
pese a ser una persona que ama la vida al aire libre y la plasma en sus
lienzos, si tiene, de aquella época, paisajes de su pueblo y marinas de Vigo,
muy cerca del realismo.
Continúa los estudios y se va formando cultural y
artísticamente en sus cuatro grandes pasiones: la medicina, la anatomía, el
dibujo, la pintura y la escultura. Con el paso del tiempo y con una sociedad
transicionada, el arte reflexiona a cerca de la vida, de lo imaginable e
imaginario con total libertad de expresión desde todas las tendencias y
estilos, pero eso sí “el arte ya es inseparable del oficio”, ya no sirve
manchar por manchar, el “público” cada día es más erudito. En esta pequeña
ciudad, la más importante de Galicia, fermentan nuevas ideas y aparece Diego de
Giráldez con un nuevo estilo, dentro de su línea, que denomina -Realismo NAS
(naturalismo, abstracción, surrealismo)-, y con una tesis que registra como
propiedad intelectual en el Registro Intelectual Internacional. En su obra se
distinguen muchos elementos que hacen que se reconozca, a simple vista, entre
todas las demás. Su gran familiaridad con la naturaleza, la notable seguridad
en la observación de sus mecanismos le permite conocer sus leyes. El interés y
un estudio constante de/por la anatomía le sirven como bases para plasmar sobre
el lienzo la génesis empírica de lo que será su obra. Como hemos visto al
principio, Diego provenía, plásticamente, de sus “experimentos” con carbones de
la “lareira” y de su paso por la
Escuela de Artes y Oficios, un tipo de escuela basada en poca
teoría y mucha práctica, sobre todo en el dibujo. Por lo tanto y hasta 1975, la
suya era una cultura autodidacta asentada en la experimentación práctica, en
tertulias, en intercambios,..., y condensada en las notas que sobre la
naturaleza, la vida de las gentes en el rural, la anatomía,..., iba tomando.
También en esta época cultivo el aprendizaje de la escultura, que no abandonará
nunca, aunque esta faceta solo la trabajase, en un principio, para su colección
particular. Su investigación, siempre dentro de su línea -Diego respeta pero no
comparte los modismos temporales y los “plagios” en el arte-, puede venir dada,
en parte, para afrontar bien sus trabajos y por el estímulo del clima que hervía
en la ciudad, en la que como ya hemos visto, existía una pequeña revolución
cultural. Y por otra parte por profundizar en sus conocimientos y aportar algo
nuevo a futuras generaciones. Así lo vió F.
Vales Villamarín: É un neno, como
diría Xesús Ferro e Ramón Otero Pedrayo,
un rapaz con gran sona de pintor dunha xeira nova. Diferente, érguese hoxe por
a valencia propia, non por academismo ou imitación. O seu, e nunca mellor dito,
realismo, xa reclama a nosa atención no presente….
En 1967, como
hemos visto, con sólo 10 años comienza sus estudios de dibujo en Vigo, en la Escuela de Artes y Oficios
y con diecisiete años realiza su primera exposición individual, transcurría el
año 1975, después de haber mostrado obra en diversas colectivas. Posteriormente
se traslada a Cataluña, al pueblo de Olot, para profundizar en su vocación
investigando la materia y la anatomía, al mismo tiempo que conocía importantes
pintores y se empapaba de las corrientes artísticas que recorrían Europa en
aquellas fechas.
Aspecto físico y años
de actividad.
Físicamente, como puede apreciarse en algunas fotos de
aquellos años, Diego era un joven atlético-practicaba algún deporte relacionado
con las artes marciales y aprovechaba, con cierta frecuencia, los atardeceres
para correr y nadar una hora en las playas viguesas- de cabello negro, un tanto
largo; ojos negro soñadores y labios bien trenzados. Educado; de grata
personalidad –un tanto introvertida-; pulcro y controvertido en el vestir casi
siempre de oscuro; camisa de lino azul y gorra marinera también azul. Un tanto
introvertido –como hemos dicho-, silencioso en ocasiones –le gusta escuchar-,
incluso de vez en cuando se recluye en la soledad -con cierta frecuencia visita
su pueblo natal para dar solución a su investigación sobre la materia y a la
creación sobre la que trabajaba y que a veces le inducía a refugiarse en el
aislamiento-, es recordado por vecinos, que le solían visitar en ocasiones,
como un joven contemplado la naturaleza, meditando, leyendo, o volcado en el
caballete. Siempre educado, se levantaba o acercaba para saludarles. Luego doña
Luz, su madre, que siempre le acompañaba, se acercaba y con prudencia conducía
amablemente al vecino o vecina de turno a alguna parte de la casa alejada de la
zona ocupada por el pintor y le invitaba a unas pastas, a fin de no interferir
en las lecturas, creación o cavilaciones del hijo querido.
Naturalmente, Giráldez gozaba de ratos alegres y festivos,
propios de sus años, como lo demuestra su asistencia a fiestas del pueblo y de
Vigo, así como a cines y locales propios de la juventud, donde siempre le
esperaba alguna amiga, especialmente frecuentaba a una chica de la zona del
Berbés. Solía reír y bromear con cada una de ellas, pues, como era natural a
esa edad, él y sus amigos no sólo trabajaban en la plástica, sino que se
divertían y salían de juerga. Era y es sobrio en la bebida –su bebida preferida
es el agua con unas gotas de limón o la leche; mientras los otros se daban a la
borrachera, Diego los acompañaba divertido; pero como detestaba la vulgaridad,
seleccionaba discretamente sus aventuras. Su desapego a tales desórdenes se
puede interpretar como entrega plena al arte con el cual estaba obsesionado,
según lo expresan los que le acompañaban en esas épocas.
Algunas de esas amigas las pintó con frecuencia. En aquellos
años setenta también pinto a su hermana menor, de notoria belleza, la cual
convivía con él y su madre, en la calle Real, situada en el Berbés -nombre que
aún se conserva en la zona de la ciudad, actualmente en proceso de urbanización-
era tan grande su vivienda que lindaba con varias calles, vendida hoy para
ubicar el Registro de la Propiedad. Algunas
veces cuando iban a visitarle muchachos pintores, los atendía la hermana. Les
servía excelentes chorizos ahumados, así como cerveza que subía del bar La Fecha o vino de la aldea.
Ellos aprovechaban llevar sus útiles para dibujo o pintura, y practicaban con
bellezas que posaban para el artista. En las paredes del soleado y acortinado
salón colgaban cuadros del artista y sobre unos trípodes colocados en uno de
sus vértices, unas enormes pajareras construidas de forma artesanal por uno de
los hermanos del artista, en las que
había pájaros de distintas razas y mil colores, incluso un jilguero amaestrado
al que su madre le habría la puerta y le indicaba que pasase a la ducha, una
vez terminada la tarea le ordenaba volver a la jaula; las lámparas, también
artesanales, eran muy originales y estaban hechas por restos de molduras. Un
gato negro, Zenón, presidía las reuniones desde su particular trono, desde el
centro de la mesa de dicho salón, escoltado por una pequeña escultura y a la
sombra de las flores que descansaban en antiguos jarrones. En ocasiones los
tomaba de modelos; tanto las flores como los jarrones, escultura o el propio Zenón.
Cuando declinaba el sol bajaban a jugar al futbolín o al billar y practicaban
un poco; otras veces descasaban en el balcón, mientras algunos fumaban
cigarrillos comprados en La
Piedra o disfrutaban del exquisito sabor del tabaco de pipa
los otros observaban el río de gente que entraba y salía de los distintos
establecimientos que desarrollaban su actividad en la “calle de los vinos”.
Aunque Giráldez nunca tuvo la tentación de fumar. Como siempre, hacia las diez
de la noche, los que le visitaban abandonaban su domicilio.
Durante los años setenta se gestaba en él un gran anhelo de
llegar a la cumbre. Fueron años de gran actividad, de explosiones internas,
vibrantes; en ocasiones irritantes, siempre creativas que atormentaban
constantemente la inquietud de su espíritu. Unos tras otros salían los cuadros
de sus manos con trazos decididos, estudiados, captados por ese maravilloso don
de la percepción del artista. Vehemente plasmaba figuras, bodegones y paisajes
como si fuesen pequeños escalones ascendentes hacía la perfección y el triunfo,
por que huía de la mediocridad; no deseaba ser uno más, sino dejar una obra de
proporciones universales en los altos cánones de la estética. Así empezó a
crear el estilo NAS.
Con empeño y constancia inquebrantable trabaja
incansablemente para alojar obra en multitud de exposiciones por toda España y
Portugal. Sus obras visitan las grandes capitales del arte del viejo
continente, Roma, París, Zurich, Ginebra, Barcelona, Madrid, Lisboa, Oporto ………
En 1968, gana
distintos premios de dibujo –tanto dentro de la misma Escuela de Artes y
Oficios como fuera de ella. Diego nunca fue partidario de competir en el arte,
pero fue presentado, pese a sus reticencias, por profesores de la misma escuela
y por su hemano mayor.
Trancurría 1970,
y a partir de ese año es normal verle en distintas exposiciones colectivas.
En 1975, como
hemos comentado, realiza su primera exposición individual, en Vigo.
A principios de 1975, dedicado casi enteramente al arte,
sigue instalado, en compañía de su madre, en la calle Real, pero amplía su
estudio a la calle del Principe –en el centro de la ciudad, contiguo al de otro
pintor: Laxeiro-, destinado a estudio taller de pintura, el grupo de amigos
artistas reanudarían sus sesiones hasta su marcha a Cataluña.
En ese año comienza su verdadera andadura artística y conoce
las primeras críticas de Álvaro
Cunqueiro, Francisco de Pablos, Antón Castro, Enrique Gómez,.... “Este realismo detallista, primoroso, pulcro
y ordenado tiene en sus obras figurativas, paisajísticas y bodegones una
especie de equilibrio entre la delicadeza y la serena austeridad. Tiene también
ciertas reminiscencias abstractas, surrealistas y naturalistas incluso en sus
cuadros más realistas....”. También por esa época conoce a personajes como Xosé Filgueira Valverde, que fue la
persona que aconsejó la compra de su primer cuadro por el Museo Provincial de
Pontevedra, uniéndole hasta el final una sana amistad - al igual que con Álvaro
Cunqueiro -. Con el paso del tiempo, Filgueira
Valverde, escribiría: “... Din algúns
que este pintor e un mestre que deprendeu o oficio dende pequeno, que sabe como
manexar o pincel, o lápiz e a paleta. Eu vexo unha obra coma as mellores da
nosa terra: clara, limpa, con esa luz -Luz a nai, Luz a aboa- da nosa vida
labrega...”.
Con Álvaro Cunqueiro
hace una gran amistad, visitando, este, con frecuencia su estudio de la calle
Real y Diego el despacho de la calle Carral y la vivienda en Marqués de
Valladares. Quizás Álvaro haya sido
uno de los primeros en descubrir el talento artístico de nuestro pintor, cuando
dice: “... Para ser pintor, hay que
nacer, hay que soñar durante moito tempo, hai que atopar un estilo coma el, non
son os mais listos, os licenciados, os que o atopan, algunhas veces son cáseque
nenos como Diego que saben de labregos, de ovellas e carneiros, de carballeiras
e capóns -eses galos de crestas vermellas que matan o basilisco-, desas alaceas
e lareiras, desas froitas que se lle poden adiviñar os vermes dentro. Eu para
ver os seus bodegóns non teño que haber xantado. Teño que vir en aiunas, e
daquela poido carregar o meu maxín da poesía que emanan...”.
Hace amistad con José Otero Abeledo “Laxeiro” y otros pintores de la época, con “Laxeiro” la conserva
hasta el final, no en vano uno de sus estudios actuales, en Vigo, está en la
buhardilla que este pintor, fallecido, utilizó en la calle del Príncipe nº 26.
A partir de 1977,
expone en la más prestigiosas salas de toda España, se había trasladado a
Cataluña donde conecta con relevantes personalidades del arte, pintores en el
Colegio de Bellas Artes de Olot,..., y nombres importantes como Antoní Pichot,
Gala, Salvador Dalí - al que visita con frecuencia-,..., críticos de arte como
Víctor Gay, los de La
Vanguardia ,..., que elevan su obra y su prestigio.
He ahí al inquieto artista abandonando el calor del hogar y
la ciudad para embarcarse en la aventura catalana. Subió al viejo tren con
asientos de madera, mientras el grupo de inseparables amigos artistas le
despedían cantando “adiós con el corazón…”,
embargados de tristeza y alegría a la vez. Impartían recomendaciones,
abrazos y bromas, convencidos de que quizá fuese el comienzo de la
desintegración del grupo que giraba en torno a la figura plástica gallega que
se ausentaba por una larga temporada.
Llegado a Cataluña se encontró con un movimiento artístico
un tanto revolucionario, extendido por Europa, dándose a conocer por medio de
exposiciones individuales y colectivas en galerías privadas,……… Parte de todo
esto, Giráldez ya lo conocía de forma teórica, tenía cierto nivel intelectual e
información por medios especializados enviados por familiares. En este ambiente
se desarrollo el Giráldez de la época
más luminosa.
Pocos meses atrás, Giráldez era considerado un visionario
dentro de su fecunda condición de artista, dedicado apasionadamente a su
quehacer artístico; a plasmar en el lienzo lo que el ojo captaba, pleno de luz
-luz propia, diferente- algunas veces; vibrante de color otras, tonos suaves y
grises, negros y blancos,…; la mayor parte sombríos, oscuros, inquietantes. Al
crear daba lo mejor de sí mismo: alma, poesía, todo su sentimiento, por que
odiaba la mediocridad. Comprobables en obras de la época. No era ni es un
hombre normal en el sentido de su genialidad. Compañeros de las clases de dibujo
comentan que les dejaba a todos sorprendidos con sus teorías y observaciones, “mientras pintábamos. Hablaba lo necesario y
sin jactancia sobre sus conceptos estéticos y apreciaciones, que compartía con
nosotros”. Una demostración más de la gran generosidad que le caracterizaba
en diferentes aspectos de la vida, y como era natural, “le adornábamos y tomábamos sus palabras como savia doctrina, que nos
servía para crear nuevas formas y buscar rumbos a nuestras inquietudes”.
Diego de Giráldez es una persona auténtica en su
pensamiento, que pinta aquello que siente y su obra le corresponde evidenciando
su genio. Su rica paleta nos muestra colores lóbregos, azules, verdes, blancos,
marrones, tierras tenebrosas en contraste con u cielo negro, en ocasiones nublando,……...
Le agrada que el azul o el rojo perforen los cielos desde los vértices, para
depositar los reflejos de luz sobre los objetos o personajes.
Volviendo al viaje, pisa la tierra catalana con esperanza y
cierta euforia, contento de saberse ya en el suelo de los dalís, gaudís,….., de
las aguas de temperatura suave del mediterráneo, el idioma….., portando una
pequeña maleta y un voluminoso equipaje de sueños. Visita la Plaza de Cataluña, las
Ramblas de la flores, la
Barceloneta , ……, galerías, museos, …., queda absorto,
sorprendido, aturdido ante la
Barcelona acariciada en conversaciones lejanas, que se le
abría estupenda, soberbia, aplastante. Coincidió con visitantes ocasionales de
museos, jóvenes de ambos sexos, de distintas partes de España y Francia, casi
todos del medio inquieto del arte. Encontró habitación en una casa de gallegos
que vivian en una calle cercana a la
Plaza de San Jaime (Plaça de Sant Jaume), en la que como
vecinos, por unos días mientras no se traslada a Olot, tenía a otros estudiantes de arte. La amplia
habitación constaba de dos partes, una como dormitorio y otra una terraza
acristalada, por lo que le sirvió como vivienda-estudio durante la semana que
permaneció en la ciudad.
Llega a Olot. Sus amigos le habían recomendado el pueblo de
Olot, por la escuela: allí habían seguido una línea aperturista que la llevaron
a tener cierta fama y por lo cual asistían muchos alumnos inquietos e
interesados por ver lo que se estaba llevando a cabo por otras partes, Además,
se decía entonces, hacían partícipes a sus alumnos de la libertad cromática y
expresiva; en los nuevos experimentos en el desenvolvimiento artístico,…….
En poco tiempo conoce a los profesores de esa escuela de
bellas artes, también conoce a Dalí y otros pintores importantes de la época.
Realiza una exposición en la que deja al descubierto lo espiritual en el arte,
que produce un impacto de gran efecto en el medio artístico.
Diego de Giráldez, durante su estancia en Cataluna, tuvo la oportunidad de charlar sobe las teoría
y observancias que sobre la pintura realizaban aquellos grande pintores,
estando de acuerdo con la mayor parte de las opiniones de Dalí, Antoní Pichot,
…., pareciéndole originales, así lo comenta en carta a su hermano mayor
Evaristo.
Invadido por oleadas innovadoras palpables, Girálde encauzó
su apasionado ritmo ante el caballete, y muy pronto se acopló –adaptabilidad
propia de la juventud- al frenético ambiente artístico, pleno de conceptos
surrealista que representaban variedad de corrientes en las que trataban de
unirse algunos artistas a fin de hallar un arte relativo a las inquietudes de
su tiempo. Se sentía identificado con el ambiente conocido desde su infancia
por las narraciones añorantes que contaba su padre al regreso de sus viajes por
las distintas partes del mundo, entre ellas Barcelona, y le parecía que su
presencia le acompañaba por doquier.
Le habían presentado Dalí, que andaba muy entusiasmado con
el teatro y museo personal, levantados sobre su casa natal en Figueras, donde
tenia lienzos colocados por todos lados, dando fe de la incansable busca
pictórica de aquel bohemio; pero a Giráldez, afectado por esa misma pasión, no
lo sorprendió tanto afán. Durante su estancia continuó la amistad con él, con
su esposa Gala -que ya manifestaba algunos síntomas de su enfermedad- y con el
grupo de maestros y alumnos que componían un grupo importante de creadores y
con los que se reunía casi diariamente, en tertulias que se prolongaba hasta
avanzadas horas de la noche. Hablaban, cada uno, del ambiente en el que había
crecido artísticamente y nutrido efectivamente; del momento y los cambios que
vivían España y Europa, en lo referente a las artes. Hoy en su Casa-Museo reúne
una parte de su trabajo en esa comunidad autónoma que nos sirve para entender
la evolución de la plástica de nuestro artista gallego en los finales de los
años setenta del pasado siglo XX.
Se multiplican sus exposiciones. En Madrid las visitan: Ramón Faraldo, Santiago Amón,..., a
estos dos críticos le llega a unir, con el pintor, una verdadera admiración por
ambas partes. Hasta el extremo de comentar:“Si
me preguntase ¿Qué cuadro debería incorporarse, ya, al Museo del Prado?.
Seguramente me respondería que “El Cristo Hombre de Diego de Giráldez”, de este
autor,...,”cuadro que tan bien ha sabido ver el prestigioso crítico Ramón
Faraldo cuando dice:“Te confunde quien te
llama realista, sino fueses más que eso yo estaría en otra silla,¿A quien te
pareces tú? A nadie, que yo conciba. Tú te pareces a ti. ¿Y tú Cristo - Hombre?
Insisto en esta obra de gran envergadura que ofrece una novedad dentro de la
pasional tradición de las crucifixiones. Esa cruz, que nadie se ocupó de ella.
Tú nos haces ver que ella no tuvo la culpa, que ella iba para mástil de barco,
leña de lareira o pie de bandera, pero los hombres la condenaron a eso, a ser
cómplice del deicidio. Y esto no lo vio nadie. Ni Valdés Leal, ni Grunewald, ni
Salvador Dalí,...”
A Diego de Giráldez,-que hoy día está expuesto en más de
cien prestigiosos museos de todo el mundo, en importantes colecciones privadas
e institucionales y que ha sido seleccionado para la “Expo Universal 98” de Lisboa, entre los dos
pintores que representan a cada nación, en este caso a España, siendo al mismo
tiempo la primera vez que seleccionan a un pintor gallego-, tuve la suerte de
visitarlo en su estudio de la calle Real, hace años, en compañía del gran
crítico de arte, malogrado en accidente de aviación, Santiago Amón quien me dijo: “...
Diego es ya uno de los grandes del realismo español contemporáneo”, luego hizo
una extensa crítica, para el medio con el que yo colaboraba en esa época, y que
en alguna parte se manifestaba a manera de un sugestivo ensayo y de donde
recogemos algunos fragmentos que aparecerán a lo largo del libro, empezando por
este: “Realista exacerbado, donde
encuentra la implicidad de su poesía. En su obra se reencuentra con lo
intrínseco, con las cosas mismas, y las traslada a la faz incitante del lienzo
con precisión lírica. Diego de Giráldez, sabe que el arte es absolutamente
inseparable del oficio. Sabe también que el blanco más blanco nace de la
explosión comunitaria de todos los colores, y que el negro más negro surge
cuando la noche se apodera del fulgor del arco-iris. Pintor sorprendente, creó
un estilo dentro de este nuevo realismo que denomina NAS (naturalismo,
abstracción, surrealismo)”.
En 1980 le
seleccionan para formar parte de la muestra “Maestros del Realismo Español”, a
partir de este año es normal verlo, escucharlo y leerlo en distintos medios de
comunicación, revistas especializadas, libros,..., sus obras están en Museos,
Diputaciones, Gobiernos Autónomos, Ayuntamientos, Cámaras Municipales de
Portugal, Bancos y Cajas de Ahorros, importantes colecciones privadas,....
Recorre, con exposiciones individuales Europa, sobre todo España y Portugal,
aparece también en colectivas: Lisboa, París, Ginebra, El Cairo,..., los
críticos se hacen más, si cabe, eco de su presencia: Santiago Amón, “A partir de la exposición ‘Maestros del
Realismo Español’. Las obras de Diego de Giráldez son de un nuevo realismo, del
óleo y tintas se pasa a una técnica mixta..., con un gran equilibrio entre la
sensibilidad y la técnica, con una pintura muy elaborada,.... En el transcurso
de poco tiempo hay una actitud positiva del público y quién sabe si de los críticos,
así como de los coleccionistas, importantes, de arte que empiezan a fijarse en
su obra..., empieza a vender sus primeros cuadros para buenas colecciones
privadas e institucionales, a participar en interesantes exposiciones de
pintura española en España y el resto de Europa, proliferan las muestras
individuales en relevantes galerías... y se producen las primeras adquisiciones
de obras suyas por parte de museos...”.
En 1981. Figura
en algunos libros como el de Pablos, Francisco: Plástica gallega. Vigo, Caixavigo, 1981. En aquellas épocas otros
críticos se hicieron eco de sus exposiciones: Miguel Gil, Victor Gay, Jesús
Rodríguez, César Valença, Trapero Pardo, Francís Vicents,….., o Richard Arnold que nos dice: “... La pintura de Diego de Giráldez es la
de un gran maestro del “realismo”, con un manejo único del claroscuro, con un
universo de gran originalidad, en algunos cuadros un tanto barroco, con figuras
que semejan flotar en un espacio de radiaciones de silencio poético, donde
bolas de cristal como áureas transparentes aparecen preservando un mundo dentro
del propio mundo, de la propia biología del cuadro...”, Enrique Gómez: “Diego de Giráldez que, ya, en Marzo de 1980
fue seleccionado para la exposición “Maestros del Realismo Español” con Antonio
López, Eduardo Naranjo,..., sorprende por su exquisito lenguaje y poético
sentido con un soberbio terminado que caracterizan a las obras maestras....
Para mí, Diego de Giráldez, es uno de los nombres significativos en el arte
contemporáneo, su obra denota una elegancia austera y da la sensación de que
nos encontramos ante el mayor equilibrio de sensibilidad y técnica que nos hace
ver una pintura inteligentísimamente elaborada”, Antón Castro nos habla de: “Dimensión
poética de la realidad. Sin lugar a dudas, Diego de Giráldez es ya, y por
derecho propio, uno de los grandes pintores de la realidad que bebe en el
ancestro poético de tintes bucólicos” y Francisco Pablos que nos dice: “Su
obra es un capítulo aparte en la pintura española contemporánea, que da a este
pintor la calidad de maestro del realismo. Un realismo diferente, de poética
implícita, de imaginable y cuasi imaginario misterio”
En 1982 registra
su creación, el “Realismo NAS”, y recibe sus primeros encargos importantes:
museos y coleccionistas privados demandan sus pinturas y esculturas, como El
Cristo-Hombre, pieza que le abre la puerta del circuito del grupo de grande
pintores del arte contemporáneo. En ese año, Pablos, sigue diciendo que: “...
su obra va ganando noticia, fama y atención allende las fronteras...”. “...
termina -EL CRISTO HOMBRE-, obra de gran envergadura, justo parece destacar, al
lado de la virtud poética e histórica del cuadro, el carácter de proeza
técnica, la condición de madera de esa cruz que la secunda sin deidad, el cristo
–el hombre de rodillas-, cabizbajo, la voluntad sin freno del ejecutor y el
oficio que recorre la obra de punta a cabo, tras una génesis empírica,
paciente, gradualmente vivida por el creador hace a la postre, a los ojos del
observador, una obra magistral”.
Sobre esta obra, el autor, Diego de Giráldez nos
dice en este año 1982: “Graznando rompí
el cristal / y te vi pueblo de la sociedad por abajo, / Te grité y te pinté, /
así también por donde la piedra desnuda de la calle rompe / tú quedas..../ De
los brazos, la madera y el cristal, / el hombre.... / De la cuerda las ataduras
de las muñecas. / Blanco... ligaduras de la frente y cintura, tristura /
cabizbajo de rodillas es el hombre... / de las “tierras quemadas” debajo /
quemada su piel con suficiencia / por los golpes de sol y de trabajo. / Hoy el
negro, silencioso, se apodera / de mí la noche entreabierta, / interpreté
colores de los colores. / La noche es un conjunto de colores / que acecha con
caras de luces / que juegan a fugarse aún sin manos.”
Nos recuerda Ramón
Faraldo en “Recuerdos”: “... recuerdo
una noche de verano, no sé si de plenilunio, o noche de primavera tardía o de
otoño naciente, sentados en una mesa de mármol en La Cañiza , en compañía del
colega, y sin embargo amigo, Enrique Gómez. En esto, una sonrisa y unos ojos
brillantes se apoyaron sobre mi rostro, y te tuve ante mí. Me hablaste con la
sencillez y sabiduría que te caracteriza, con esa falta de presunción y, en
todo caso, concluiste - que tú obra y la de cualquier artista no es cuestión,
simplemente de oratoria, de verbo, es más, si cabe, de biología de la propia
obra, que sepa defenderse por sí misma-. Noche, febril, que más bien parece
incendio que noche, te ha traído a ti, amigo mío, cargado de sensaciones, de
cosas de mí interés, y del interés ajeno, pero para satisfacerlo se necesita la
escritura, la palabra, el verbo. Eso traías en tú sonrisa, en el brillo
emergente de tus ojos, en tú serenidad, sé lo que quieres decir, pero hoy vamos
a hablar en el verbo fundamental para transmitir a la continuidad de la
especie. Perdóname, Diego, y cuando lleguemos al “más allá”, considera si lo
que alcancé a penetrar en el complejo persona-obra, que lleva tú firma,
compensa el que no profundice en tú tesis, de esta noche, que entiendo. ¿Recuerdas
cuando nos vimos por primera vez en aquella galería de Madrid? Tú catálogo:
“Diego estudió pintura y escultura... “. Te pregunté ¿Pintor o escultor? Fue
aquella la primera gran realización de tú mano que conocí. Me di cuenta, de
gallego a gallego de escritor a plástico, que por merecimientos que todavía
desconocía, estaba en tú enigmática exposición, incógnita exposición madrileña,
también me di cuenta de que, quienes te seleccionaron, habían encontrado un
nombre que añadir a la plástica española. Me di cuenta que estaba ante una obra
intemporal e internacional de sorprendente acabado,....”.
Expone constantemente. La exposición de Ginebra es visitada
por importantes personalidades del mundo de la cultura, así como por gallegos
residenciados en la ciudad. Se escribe: (Traducido). “Diego de Giráldez es un pintor, escultor y dibujante “gallego”,
español. Su reconocimiento se está haciendo tardío, pese a su juventud, y en
poco tiempo será universal. Para mi es ya una imagen universal del arte, desde
su creación del “Realismo NAS”. Con sólo 25 años, edad que figura en el
catálogo de esta exposición en Ginebra, se presenta con una extensa obra –que a
decir de los críticos- reconocida por ser original y diferente. Vista su obra,
Diego de Giráldez, será considerado el artista vivo originario de Galicia más
reconocido. Porque cualquiera de sus cuadros llevan impresos un original y
propio estilo -le dan el nombre de NAS- que yo denominaría
"Giraldismo". En todo caso este estilo le confiere una identidad
inconfundible”.
En 1984, y hasta 1986, el Dr. Antonio P. Lamela, Diego de Giráldez y Valentín Paz Andrade
realizan distintos actos por tierras portuguesas y gallegas sobre la figura de Castelao.
Don Antonio P. Lamela,
doctor en economía, enseñanzas sociais y otras materias. Profesor de la Universidad de Lisboa
en diferentes disiciplinas; D. Valentín
Paz Andrade y Diego de Giráldez realizan varios actos, sobre la figura de
Castelao, en: Lisboa, Vilanova de Gaía, Caminha, Viaña do Castelo, Santiago de
Compostela, Redondela, Vilanova de Cerveira,….. En algunos de ellos (A nossa
lingua floresce em
Portugal. Sempre en Galiza Castelao,…..) el Doutor Lamela presenta al pintor como: "O meu amigo Diego de Giráldez, un artista
invulgar e excepcional con infinitas felicidades e con palavras de
Castelao......”
Refiriéndonos al acto del monumento, en Portugal, en la Praça da Galiza de Viana do
Castelo, la prensa decía “foi colocada a primeira pedra do monumento a
Castelao, procedendo a colocaçao da pedra por Valentín Paz Andrade, …..”
Otro acto, el de Vilanova de Cerveira, fue realizado por el Dr. Antonio P. lamela y Diego de Giráldez
-presidido por el Ministro da Cultura de
Portugal-, se llevó a cabo en el salón plenario de la Cámara Municipal
de Cerveira, corriendo la apertura del mismo a cargo del Presidente de la
Cámara. Antes habían sido recibidos por dicho presidente, con
todos sus vareadores, y la banda de música municipal, en los jardines
delanteros de la Cámara. A
este acto asistieron, invitados, relevantes, importantes artistas de todo el
mundo.
También acompañó a Valentín
Paz Andrade y al Doutor Antonio P. Lamela, con el Ministro de Cultura portugués, en la Comissão Galega do
Acordo Ortográfico da Língua Portuguesa.
En 1990. Empiezan
a aparecen los primeros libros monográficos sobre su obra:
Varios autores: Diego
de Giráldez. Un pintor para el mundo. Asoc. Gran Vigo. 1990.
Pablos, Francisco: Diego
de Giráldez y su realismo. Pontevedra, Diputación Provincial, 1990.
Faraldo, Ramón: El
mundo de Diego de Giráldez. Lugo, Diputación Provincial, 1991.
Gómez, Enrique: Diego
de Giráldez. La realidad y su espejo. Editorial Nigra, S.L., 2001.
Así hasta 32
libros que, hasta el momento, componen su bibliografía.
En 1991 se le
encarga de la inauguración de la
Casa de las Artes de Vigo, con una exposición antológica que
cosecha un gran éxito entre los eruditos y visitantes, a los que no les pasa
inadvertido el talento de este pontevedrés y gallego universal.
Gracias a su habilidad como retratista, se le abren las
puertas de importantes personalidades, algo que marcará una etapa de su vida y
como no, de su pintura. Con ellos comparte momentos extremadamente fructíferos
que le van dando empaque como artista y como persona.
En 1992. Lalo Vázquez Gil (periodista, escritor
y cronista oficial), (con motivo de la exposición de 1992 en Valladolid)
tituló: Diego de Giráldez, un pintor filósofo realista. “Hace algunos años - estaba yo en
Valladolid-, algunos amigos me dijeron que exponía un gallego excepcional, una
colección pictórica realista, surrealista o “casi”, que no dejase de verla y
que les diese mi opinión. Un profesor vallisoletano que había dado clases en un
Instituto de Vigo, me dijo que era “onírico”. con lo que se acercaba,
evidentemente, al surrealismo y que ¡ era vigués ¡ (“¿ Lo conoces ?” “Debo
conocerlo”. Y enseguida añadí: “Si es, si pinta como dices, seguro, seguro que
es Diego de Giráldez”. Y lo era. Allá me fui y aunque no estaba en la sala
gozamos y comentamos su pintura y estuvimos filosofando y lucubrando en torno a
su obra. La muestra era verdaderamente excepcional y se celebraba en la
acreditadísima sala del Centro Gallego, sociedad cultural, artística y difusora
de todo lo gallego, con amplias miras, de gran prestigio en los medios
entendidos y cultos de la ciudad de Felipe II. No me extrañó que la exposición
alcanzase tanto éxito en una ciudad conocedora del buen arte. Jamás me defraudó
Giráldez en ninguna de sus salidas. Y aquí menos - en Valladolid -, porque todo
el mundillo artístico se hizo lenguas de su buen hacer - y así presumieron sus
amigos y sobre todo los gallegos - vallisoletanos”-. Todos los visitantes
entendieron el arte de Diego de Giráldez, que transciende más allá de lo
gallego para hacerse universal en ese mundo de símbolos que introduce en su
obra con pinceles de paciente pintor, de medidor, sin prisas, del tiempo, del
último detalle visual, hasta alcanzar esa perfecta realidad no exenta -sin
embargo-, de su huella personal intencionada. Porque el pensamiento, su sentir,
sus deseos, sus ideas, sus mensajes, sus secretos, Giráldez no los expresa solo
con sus representaciones, con la composición extraña, filosófica, a veces
tétrica o advertidora de que hay un mundo esotérico y exotérico. No. Giráldez
lo manifiesta, también, con la exactitud de visión y de plasmado material, a
propósito, situándose fuera de las órbitas de la moda -algunas ya demodés-, en
un punto que ha querido escoger a conciencia -sin encasillamiento absoluto y en
el que se mueve por convicción. Así, sus figuras, esos cristos extrañamente
crucificados, esos paños, esas aves, esos objetos vulgares -enriquecidos- van
más allá de la materialidad ya simbólica tópicamente sí misma y se transforman
en algo más sublime porque Giráldez las conjuga y las envuelve, invirtiendo y
trastocando su significación iconográfica. Y ahí esta la dificultad para
entender la pintura de Diego en su simplicidad. Hay en sus cuadros algo que nos
inquieta, que no llegamos a entender absolutamente....”.
En la última parte de la década del siglo XX, en 1998, vive otra fecha histórica en su
vida artística: es seleccionado para representar a España en la “Expo Universal
98” de
Lisboa. Es la época de los retratos de “bellas señoras”.
En 1998 es
seleccionado, como uno de los dos pintores que representará a España en la
“Expo-Universal del Arte” en Lisboa, de lo mucho que se ha escrito sobre este
acontecimiento se me ocurre traer a estas páginas el título con el que Francisco de Pablos encabezó una
extensa crónica en Faro de Vigo: “Diego
de Giráldez, una estrella plástica en la “Expo’98” de Lisboa”, creo que con esto queda todo dicho, no
obstante recogemos párrafos de artículos de la prensa de Vigo:, -no lo hacemos
con los medios portugueses, resto de Europa y resto de España, por razones
obvias de espacio-.
Faro de Vigo: “... El pintor vigués de adopción cuyo
reconocimiento lo certifican datos como que cuadros suyos estén ya en más de 90
museos españoles, además de otros en el extranjero: Diego de Giráldez. En la Expo 98 de Lisboa estará
también su obra en una muestra conjunta con otros artistas, de todo el mundo,
seleccionados de países como Italia, Japón, Portugal,...”. “ Sólo dos artistas
por país figuran en la excepcional muestra en Portugal” “ Entre los
acontecimientos culturales que ofrece la Expo 98 de Lisboa, el último certamen del milenio
en su carácter, está la Exposición Internacional de Arte, para la que se
han seleccionado artistas famosos de todo el mundo, y únicamente dos por cada
país representado. Por España, uno de ellos es Diego de Giráldez, gallego,
residente en Vigo, donde tiene su estudio y trabaja habitualmente...”. “... su
obra esta expandida por todo el mundo”, “... están en diversos museos y
colecciones particulares...”.
A partir del año 2000
hay un cambio que deja una profunda huella en su arte, dando una sensación de
un aislamiento, temporal del exterior y una concentración en su espíritu, dando
muestras de utilizar, si cabe, más la imaginación en una crítica a una
humanidad llena de diferencias. Pintura que reserva para su colección privada y
para los encargos del Vaticano. Esta temporada marcará profundamente su arte,
incluso se la puede catalogar como la época pesimista y espiritual.
El Vaticano y Diego
de Giráldez
Una de las personalidades más interesadas por su obra fue el
Papa Juan Pablo II -durante su
Papado se adquieren varias obras- que le dedicó varios escritos y bendiciones
que le impartió personalmente para ponerle “bajo
la protección de Nuestra Señora de A Franqueira”. Ahora, el actual
pontífice, Benedicto XVI, también se
interesa por sus cuadros: Adquieren dos nuevas obras que se encuentran en el
Vaticano.
Comentaron algunas fuentes de la Iglesia -en la entrega de
una de sus obras- sobre un cuadro de la Virgen : “…una
Madre piadosa y poderosa, que es capaz de proteger a todos sus hijos, por eso
hoy bajo la mirada firme y bondadosa de la Madre , le mostrareis vuestras debilidades y
necesidades para que ella desde su poder os ayude. En esta obra fue capaz de
captar toda la plenitud de su Santidad, representando en ella el poder del
AGUA: energía, misterio y vida…… Queremos expresar nuestro profundo
agradecimiento a D. Diego de Giráldez por el magnífico cuadro que ha elaborado
y las reflexiones que nos ha dedicado a partir de esta obra”.
PALABRAS DE JUAN
PABLO II A DIEGO DE GIRÁLDEZ.
“Pedimos al Señor que
le conceda la gracia de vivir cada día, con alegría y esperanza la vocación a
la que ha sido llamado, en el ejercicio de su profesión, entregándose con
esmero a esa noble tarea desde la que puede transmitir admiración por la
estética y favorecer el cultivo de las actitudes éticas y de los valores
espirituales que constituyen la realidad más noble y profunda del ser humano ya
que la belleza es llave del misterio y
llamada a lo trascendente.
Encomendando al Señor
y animándole a continuar haciendo de su vocación, la pintura, un instrumento de
transmisión de los grandes valores humanos y espirituales”.
Con motivo de la entrega del cuadro “Virgen de A
Franqueira-Virgen de la Fuente ”,
el Papa agradeció: “…..Con vivos sentimientos el Santo Padre
confía a Usted a la protección maternal de Nuestra Señora de la Franqueira ”.
A partir de 2001,
dentro de su creación NAS (naturalismo, abstracción, surrealismo), sigue
renovando constantemente su técnica pictórica. A los cuarenta y nueve años, en 2006, inaugura su casa museo en A
Cañiza, donde trabaja a parte de la pintura la escultura, grandes retablos
donde da rienda suelta a su imaginación y decora las paredes de su Museo con
dibujos y pinturas de su colección.
La creación en el estudio de la casa de A Cañiza –la que
luego se convertiría en Casa-Museo- es compartida en sus talleres de Vigo:
Calle Urzáiz –Zona peatonal del Calvario-, Calle del Príncipe y el de la Calle Real –en el Casco
Viejo, edificio de Araujo, que fue donde estuvo el gobierno político de la Provincia de Vigo,
durante el Trienio liberal (1820-1823)-, o los de Cataluña, Madrid y París
donde continua pintando, cada vez con una técnica más innovadora.
Realiza varios autorretratos, en unos se reconoce su físico,
mientras en otros, que son de un surrealismo total, le muestran irreconocible a
no ser por sus ojos negros y vivos.
Considerado por los críticos de arte, coleccionistas,
directores de museos o escritores como uno de los mejores pintores del mundo
del arte contemporáneo, su pintura es fuerte y sorprendente para el
contemplador. Dotado de una personalidad humilde y a la vez arrolladora,
atesora una calidad fuera de lo común.
Desde su creación NAS influye en muchos artistas que beben
en sus fuentes. Entre sus cuadros podemos mencionar “El Cristo-Hombre”, al que
se refiere con frecuencia Santiago Amón,
Ramón Faraldo o Robert Hughes, entre otros, en unos comentarios sobre Diego
de Giráldez; y Observando la
Naturaleza , donde una diminuta figura de mujer observa un
perro de gran tamaño que con mirada al infinito se muestra como un eslabón
intermedio.
Citamos sólo estas pinturas de Diego de Giráldez conscientes
de que ni por asomo representan a la totalidad de su vasta obra porque poco
nuevo podemos decir sobre este pintor singular, inclasificable, de dimensiones
inabarcables, cuya trayectoria fue bastante comentada como suele ser habitual
en las biografías de los personajes que por derecho propio pasarán a la
historia.
Quizás en sus retratos lo más destacable sea la capacidad
para dar expresión a las caras según el carácter que quiere reflejar en los
personajes y su acercamiento siempre a la forma de ver las cosas del pueblo
pero desde un punto de vista algo superior, sin perder esa cercanía, no sólo en
el tratamiento de los temas populares que son abundantes en su obra (temas
sociales contemporáneos reflejados en la Gallega , el Labrador o la Campesina , por ejemplo)
sino también a la hora de retratar a la familia o a gentes de alto copete,
donde trata de dotarlos de un porte adecuado a su personalidad que sólo con
verlos cualquiera puede tener una impresión de como son dichos personajes.
Es algo que distingue la pintura de este artista,
reconocible sin necesidad de ver la firma: Si vemos cualquier retrato o escena
plasmada en sus cuadros podremos comprobar que enseguida sabes si te transmite
una actitud positiva o negativa sin darle vueltas ni mirarlo desde veinte
ángulos distintos. Lo que nos deja atónitos es su esencial capacidad de
transmitir algo más que una imagen estática y plana en un lienzo, haciendo sencillo
hacerse una idea de la relevancia, gravedad, alegría, dolor y otros rasgos de
tipo emocional de lo representado.
En el Giráldez paisajístico, en aquellos que versan sobre
Vigo, adivinamos un viaje al corazón de la sociedad marinera y de su ría. En no
pocas de estas obras observamos como el surrealismo se confunde con la
fabulación, recreando el universo de su imaginación y creatividad en un
discurso pormenorizado que detalla en sus cuadros. Incluso, sobre sus lienzos
con materia propia y gamas de colores sobrios –donde el negro toma carta de
naturaleza en una atmósfera que se manifiesta de forma explícitamente
abstracta, en los fondos- , parece poder oírse la voz de los viejos trovadores
cantando al mar sus metáforas en poemas líricos.
Y qué decir de sus desnudos, llenos de enigmas, son una
fuente continua de sugerencias. Enigmas por desconocer el personaje y
sugerencias por la sensualidad que traducen y supone, dentro del realismo el
estilo NAS, una considerable novedad en el panorama pictórico español.
En la obra de este gran genio de nuestra pintura también nos
encontramos con piezas de carácter costumbrista (como La gallina
despeinada,..…..) o de otras de carácter religioso (como el mencionado
Cristo-Hombre, el Bautismo o los Mártires, …., obras en las que supo plasmar el
sufrimiento, el gesto y mucha humanidad. Se encuentran en distintos museos) y
otras que llaman la atención por ser innovadoras y diferentes a la pintura que
se hace en estos años. Los que nos hemos acercado y los que os acerquéis al
museo del artista descubriréis una pintura diferente. Por algo es considerado
por muchos expertos como el creador de un nuevo movimiento dentro del realismo
y de la pintura moderna española y universal.
Durante su carrera artística va estableciendo contactos
importantes y en su producción aparecen obras maestras con una gran intensidad
expresiva que afianzan su prestigio.
Cultiva, también, el tema religioso, de carácter profano y
de gran tamaño, y aunque no es tan abundante merece la pena verlo para
comprobar como escapando de lo académico mantiene el punto de fuga hacia el
espectador, el equilibrio, las siluetas que confieren coherencia y la
composición propiamente dicha, razón por lo que lo consideran un genio en todas
sus etapas. Igualmente son muy interesantes sus cuadros de pequeño tamaño,
testimonio de la realidad cotidiana.
Aunque en su obra el negro y el blanco (compuesto por la
explosión comunitaria de todos los colores), son los reyes. En parte de su obra
comprobamos que en su paleta no faltan los espléndidos rojos, los verdes y
azules, los dichos negros profundos (por qué sabe que el negro más negro surge
cuando la noche se apodera del fulgor del arco-iris), grises perlados y toda la
gama de ocres. La atmósfera que envuelve la escena es turbia. El artista logra
dotar de profundidad a la obra gracias al empleo por un lado de la perspectiva
lineal y por el otro, la perspectiva cromática (o aérea) degradando los colores
y los valores luminosos que incluso se depositan sobre los perfiles de los elementos
más alejados. Delante de sus cuadros nadie se queda indiferente, es imposible.
Como todo pintor, Diego de Giráldez, que desarrolló un
estilo personal en el que se refleja también la psicología, ha estado
influenciado por los grandes maestros de la pintura: Velázquez, Goya,... de la
misma forma que él influye con su “Realismo NAS”, a su vez, en gran parte de la
pintura moderna contemporánea.
En la obra del gran pintor y escultor gallego, uno de los
autores más prolíficos (un artista con personalidad propia que evidencia el
dominio del dibujo, de la pintura, el conocimiento anatómico, la gran capacidad
compositiva, el sentido del color y su conocimiento de la estatutaria), también
se aprecia el absoluto dominio de las expresiones de los rostros y del
sentimiento de una profunda humanidad, tanto en los cuadros de mujeres como
cuando retrata al pueblo, sus costumbres o sus modos de vida, y a ello podemos
unirle la fuerza de su pintura. Su obra se halla en la actualidad repartida por
importantes colecciones y museos del mundo, sin duda merecidamente.