domingo, 13 de abril de 2008

Contaminación por petróleo

Contaminación por petróleo

La extracción, el refino, el transporte y el uso de hidrocarburos es una fuente muy importante de contaminación ambiental, y en concreto, tiene grandes impactos sobre el medio marino.

El vertido de hidrocarburos y otras sustancias relacionadas con su procesado provocan la contaminación de la costa y de los océanos con consecuencias sobre la fauna marina y la biodiversidad.

La contaminación por hidrocarburos en su extracción y tratamiento se relaciona muy directamente con la emisión a la atmósfera y al agua de sustancias tan contaminantes como el CH4 (metano) o el CO2 (dióxido de carbono) que inciden sobre el cambio climático o tan peligrosas para la salud humana como los PAHs (hidrocarburos aromáticos policíclicos), el benceno, los compuestos organoclorados y varios metales pesados.

¿Cuáles son las prácticas más contaminantes?

Transporte marítimo

Entre los principales focos de contaminación por hidrocarburos se encuentra el transporte marítimo. El traslado de materiales es una de las principales fuentes de contaminación por hidrocarburos de los océanos. De hecho, el grupo de expertos sobre aspectos científicos de la protección del medio ambiente marino de Naciones Unidas (GESAMP) estima que desde los barcos se produce el 37% de la contaminación de este tipo, que se calcula en 457.000 toneladas medias anuales.

La contaminación marina por hidrocarburos desde los barcos se produce de diferentes maneras. Por un lado, existen grandes vertidos debido a los accidentes de buques que transportan fuel. Éste es el caso del Prestige, que provocó el vertido de más de 60.000 toneladas de fuel pesado y una marea negra de grandes dimensiones que dejó más de 2.890 km de costa afectados, cientos de miles de aves petroleadas y afecciones a la salud que aún hoy permanecen.

Pero los episodios de contaminación no se deben exclusivamente a accidentes. Otro foco muy preocupante es el de los pequeños pero vertidos continuados que se producen desde los barcos sobre todo por fugas, vertidos ilegales u operaciones de rutina como la limpieza de sentinas, que ocurren en alta mar. Éste es el caso de la contaminación de la Bahía de Algeciras que, aparte de otras fuentes de contaminación de origen industrial, soporta gran cantidad de vertidos dado que se trata de la zona de mayor tráfico marítimo de España. Un estudio científico llevado a cabo por el Instituto de Ciencias Marinas de Andalucía del CSIC determinó que la contaminación de los sedimentos de la Bahía de Cádiz que estaban afectados por bajos o maderados pero continuos vertidos de hidrocarburos están más contaminados que los afectados por grandes vertidos accidentales como el del Prestige.

España posee importantes vías mundiales de tráfico marítimo en sus costas, lo que intensifica la contaminación marina, por la mayor probabilidad de accidentes y por las operaciones de rutina y vertidos que ocasionan los barcos durante sus travesías y fondeos. En 2006, el Dispositivo de Separación de Tráfico Marítimo del Estrecho identificó 96.188 buques, de los cuales, 21.343 transportaban mercancías peligrosas, siendo esta zona la de mayor tráfico marítimo de España. La segunda resultó Fisterra, por donde pasaron en 2006, 41.942 buques de los cuales la tercera parte cargaba mercancías peligrosas.

Bunkering/repostaje en el mar

El bunkering es la práctica de transferir combustible de un barco a otro. Una maniobra muy arriesgada porque provoca vertidos de hidrocarburos al mar con mucha frecuencia. Generalmente, se realiza con gabarras de pequeño tamaño que cargan menos de dos mil toneladas. Sin embargo, en Gibraltar se realiza incluso con buques o “gasolineras flotantes”, que transportan ente 80.000 y 100.000 toneladas, algo que no está permitido en ningún otro lugar de la UE. Tres son las “gasolineras flotantes” que actúan en Gibraltar. Sólo una de ellas tiene doble casco (como exige la legislación de la UE), Europa Supliré de Bunker Gibraltar. Ni el Europa Venture, también de Bunker Gibraltar, ni el Vema Baltic de Vemaoil podrían entrar en ningún otro puerto comunitario. La Bahía de Algeciras ocupa el cuarto puesto mundial en volumen de bunkering. Anualmente se transfieren 6 millones de toneladas de combustible, dos en la parte española y 4 en la gibraltareña. Del fuel comercializado en Gibraltar, el 40% es suministrado por la refinería de CEPSA de San Roque, que lo vende a través de su filial gibraltareña. La situación de incumplimiento de la legislación europea por parte de Gibraltar está convirtiendo la Bahía de Algeciras en una zona absolutamente degradada ambientalmente e insalubre.


Refinerías

Las refinerías de crudo contribuyen también en gran medida a la contaminación del medio ambiente. En concreto, según datos de GESAMP, la contribución de la contaminación marina por hidrocarburos está generada en casi un 20% por plantas costeras, como las refinerías. De las diez refinerías que existen en España, sólo una no se encuentra en la costa y se trata de la que la empresa Repsol tiene en Puertollano (Ciudad Real). En esta ciudad, por ejemplo, los niveles de asma son significativamente más elevados que en la localidad de Ciudad Real, donde no existe o existe en menor medida la influencia de la contaminación atmosférica generada por el complejo de Repsol.

Las otras nueve refinerías son: tres de la empresa Repsol en Tarragona, A Coruña y Cartagena; tres refinerías de Cepsa en Santa Cruz de Tenerife, Palos de la Frontera (Huelva) y San Roque (Cádiz); una de la empresa Petronor (de la que Repsol posee el 85,98%) en Bilbao; una de BP Oil España en Castellón; y una planta de ASESA (50%Repsol y 50% Cepsa) en Tarragona. Esto significa que el refino de crudo en España está en manos de tres empresas: Repsol, que controla el 58,8% de la capacidad nacional de refino, CEPSA con el 32,2% y BP con el 9% restante.

Según el Registro Estatal de Emisiones y Fuentes Contaminantes, las refinerías de petróleo emiten a la atmósfera (sin contabilizar los gases de efecto invernadero) 27.142 Tn anuales de contaminantesy vierten directamente al agua 9.850 Tn de sustancias peligrosas. A pesar de que son sólo 10 instalaciones, el refino es el tercer sector en cuanto a vertidos directos de contaminantes al agua.

Refinerías:

Repsol A Coruña
Petronor Bilbao
Repsol Tarragona
ASESA (Tarragona)
Repsol Puertollano (Ciudad Real)
BP Castellón
Repsol Cartagena (Murcia)
CEPSA Huelva
CEPSA San Roque (Cádiz)
CEPSA Tenerife


Plataformas petrolíferas

La explotación en plataformas petrolíferas es otra fuente importante de contaminación por hidrocarburos. Aunque la producción petrolífera española no es muy importante todavía existe extracción de hidrocarburos en varias plataformas, casi todas marinas. El yacimiento terrestre de La Lora o Ayoluengo en Burgos y las plataformas Casablanca, Boquerón y Rodaballo en Tarragona son los únicos puntos de extracción de crudo en España.

Las prospecciones también son relevantes cuando hablamos de contaminación. Constan de dos fases. En la primera se determinan las características físicas del fondo marino y se establece el grado de probabilidad de encontrar crudo. Para ello se emiten ondas acústicas mediante un cañón de alta presión con un nivel sonoro de 215-230 decibelios (el umbral de dolor en el ser humano por emisiones sonoras es de 120 decibelios) que genera lodos y barro por el impacto sísmico de las ondas y la posible liberación de elementos contaminantes del subsuelo como arsénico, plomo o benceno. De igual forma se producen cambios en el comportamiento de la fauna reduciéndose las capturas de pescado. En la segunda fase se procede a la perforación para la toma de muestras. Estas perforaciones son causa frecuente de accidentes de contaminación y los restos de hidrocarburos acaban en las playas.

Plataformas petrolíferas/pozo petrolífero:

Plataforma Casablanca (Tarragona)
Plataforma Boquerón (Tarragona)
Plataforma Rodaballo (Tarragona)
Pozo Ayoluengo (Burgos)

¿Qué efectos tiene su contaminación?


La contaminación por hidrocarburos es principalmente marina, debido al tráfico de buques y a que generalmente las refinerías están situadas en la costa.

Las diferentes fracciones de hidrocarburos tienen comportamientos muy diferentes en el medio ambiente, por sus características físicas o su composición química. Según el tipo de hidrocarburo tenderá a volatilizarse y a dispersarse con facilidad (los más ligeros) o a hundirse y sedimentar en el fondo (los más pesados, como el fuel del Prestige). Otra posibilidad es que el hidrocarburo, en contacto con el agua, emulsione, lo que provoca que su volumen aumente 3 ó 4 veces.

Cuando se produce un vertido, el primer efecto que se detecta es que aparecen aves “petroleadas”. Las aves, al cubrir su plumaje con aceites e hidrocarburos, pierden la capacidad protectora y aislante con lo que en la mayoría de los casos mueren por hipotermia. Las aves que han estado en contacto con el petróleo también pueden perder su flotabilidad y su capacidad de vuelo.

La falta de luz provocada por la película de fuel oil reduce el aporte de oxígeno al ecosistema marino. Además, estas manchas contaminan o matan al plancton, formado por multitud de pequeños organismos que viven cerca de la superficie y que constituyen la base de toda la cadena alimentaria.

Aunque el impacto agudo es más bien de tipo físico, al impedir la capa de hidrocarburos acumulada el paso de la luz y el oxígeno, hay que considerar la aparición de efectos ecotoxicológicos a medio-largo plazo. Estos pueden ser derivados de la presencia de sustancias tóxicas en el petróleo o a la aparición de otras sustancias de degradación de éstas que pueden ser más peligrosas

El petróleo contiene una gran colección de sustancias contaminantes que son tóxicas para la fauna y el ser humano. Entre ellas se encuentran algunos compuestos orgánicos volátiles (COVs), hidrocarburos aromáticos policíclicos (PAHs) o metales pesados.

Las más preocupantes son los PAHs y sus derivados. Los PAHs se consideran compuestos orgánicos persistentes, ya que su estructura molecular es muy estable, por lo que pueden permanecer en el medioambiente durante largos periodos de tiempo. Presentan una baja solubilidad en agua, pero en cambio son liposolubles y pueden acumularse en los tejidos grasos de los organismos (bioacumulación) incrementando de esta forma su peligrosidad. Los principales impactos de los PAHs en la salud humana se centran en sus propiedades genotóxicas, es decir, causan daños al material genético pudiendo generar efectos mutagénicos y promover el desarrollo de tumores
(carcinogénesis). De hecho, estudios epidemiológicos realizados tras accidente como el del Prestige ha confirmado estos efectos sobre la salud humana.

Aunque los compuestos más estudiados han sido los PAHs, no hay que infravalorar la peligrosidad de sus derivados alquílicos. Éstos son más persistentes que los primeros y en algunas ocasiones también más tóxicos. La alquilación de los PAHs (la introducción de una cadena de hidrocarburo en una molécula orgánica, en este caso de PAH) disminuye la solubilidad en agua pero incrementa su concentración en tejidos grasos y por lo tanto su bioacumulación.

Las vías de exposición a hidrocarburos aromáticos son tres: respiratoria, dérmica y digestiva. Durante las labores de limpieza son la respiratoria y la dérmica. Entre los efectos inmediatos que puede causar la inhalación de los vapores que se desprenden de este fuel están los daños pulmonares y la depresión transitoria del sistema nervioso central. A través de la piel, aunque los efectos inmediatos no son de extrema gravedad, puede producir irritación, dermatitis... Igualmente, se pueden absorber PAHs, dada su liposolubilidad, y a largo plazo fomentar el desarrollo de cáncer de piel.

La fauna sufre efectos tóxicos por exposiciones similares. Por inhalación de gases que se desprenden cuando el hidrocarburo se está volatilizando; por ingestión, al contaminar la cadena alimentaria; y por contacto dérmico. Los vapores que se desprenden pueden dañar el sistema nervioso central de los animales, el hígado y los pulmones. Pueden provocar efectos muy graves en el sistema respiratorio y sobre la piel. A través de la ingestión de petróleo, pueden perder la capacidad de alimentarse o digerir por daños celulares en el tracto intestinal. Algunos estudios muestran incluso, que, a largo plazo, pueden aparecer afecciones reproductivas.

En consecuencia, la contaminación por hidrocarburos tiene un impacto directo sobre la pesca y el marisqueo y, por tanto, en la economía y en la seguridad alimentaria.

La contaminación por metales pesados y por partículas es también muy característica de las zonas industriales donde existe procesado de hidrocarburos. Las emisiones de PM10 disminuyen la calidad del aire e incrementan las afecciones respiratorias.


Contaminantes más peligrosos

La contaminación tiene una importante repercusión en aguas marinas y continentales, suelos y atmósfera.

Es decir, afecta a todas las interfases de la biosfera. Por ello, cualquier ser vivo (vegetal o animal) que forme parte de la cadena trófica está expuesto a incorporar en su organismo cualquier compuesto o contaminante procedente de nuestra actividad industrial.

Entre los diferentes elementos y compuestos químicos que se emiten al medio ambiente cabe destacar por su toxicidad y peligrosidad los metales pesados, los organoclorados, los PAHs, las partículas y los radionucleidos.

Los efectos tóxicos sobre la salud y sobre el medio ambiente son muy variados pero está documentada la relación de muchas enfermedades, como algunos tipos de cáncer, con factores ambientales, principalmente la contaminación. Los efectos de cada elemento se describen en el apartado correspondiente.


Metales pesados

Arsénico (As): el arsénico no se destruye en el medio ambiente, sólo puede cambiar de forma. El arsénico en el aire acaba depositándose en el suelo, donde por sus características químicas permanece en los sedimentos aunque se hagan labores de limpieza. Gran parte de los compuestos del arsénico pueden disolverse en agua, lo que aumenta su dispersión. El arsénico se acumula en los peces.

Varios estudios han demostrado que el arsénico inorgánico puede aumentar el riesgo de cáncer del pulmón, piel, vejiga, hígado, riñón y próstata. La Organización Mundial de la Salud (WHO), el Departamento de Salud y Servicios Humanos (DHHS) y la EPA han determinado que el arsénico inorgánico es carcinógeno en seres humanos.

Cadmio (Cd): el cadmio no se degrada en el medio ambiente, pero puede cambiar de forma. En el aire, las partículas de cadmio pueden viajar largas distancias antes de depositarse en el suelo o en el agua. El cadmio entra al agua y al suelo por vertederos, derrames o escapes en lugares que contienen desechos peligrosos. Se adhiere fuertemente a los sedimentos. Parte de este cadmio se disuelve en el agua. Las plantas, peces y otros animales acumulan el cadmio en sus tejidos. El cadmio permanece en el organismo por largo tiempo y puede bioacumularse después de años de exposición a bajos niveles.

El cadmio y los compuestos de cadmio son carcinogénicos. La exposición a cadmio también puede provocar graves lesiones en los pulmones, acumularse en los riñones y, por lo tanto, producir enfermades renales, enfermedades hepáticas o lesiones en el sistema nervioso.

Cromo (Cr): el cromo entra al aire, agua y suelo principalmente en las formas de cromo (III) y cromo (VI). En el aire, los compuestos de cromo están presentes principalmente como partículas de polvo finas que eventualmente se depositan sobre la tierra o el agua. El cromo puede adherirse firmemente al suelo y solamente una pequeña cantidad puede disolverse en al agua pasando así a los niveles más profundos del suelo y al agua subterránea. El Cromo VI (o hexavalente) raramente aparece de forma natural en el medio ambiente, pues se produce generalmente en procesos industriales, como la quema de carbón en las centrales térmicas. El cromo (VI) es carcinógeno en seres humanos.

Mercurio (Hg): el mercurio es un metal, no esencial, extremadamente tóxico y sin ninguna función nutricional o bioquímica. Los mecanismos biológicos para eliminarlo son pobres y es el único metal que se biomagnifica, es decir que se acumula progresivamente según pasa por la cadena alimentaria. Además, tiende a permanecer en el medio dada su poca capacidad para degradarse. El mercurio inorgánico (mercurio metálico y compuestos de mercurio inorgánicos) pasa al aire durante la extracción de depósitos minerales, al quemar carbón, basuras y a partir de plantas industriales. El mercurio pasa al agua o al suelo desde basureros o por la actividad volcánica. Las concentraciones de mercurio en el medio ambiente están creciendo debido a la actividad humana.

El cloruro mercúrico y el metilmercurio son “posibles carcinógenos humanos”. Además, la exposición a metilmercurio tiene como resultado daños permanentes en el sistema nervioso central, a las funciones del cerebro, riñones y en el desarrollo del feto. El mercurio puede dañar el material genético, tener efectos negativos sobre la reproducción y provocar defectos congénitos o abortos

Plomo (Pb): no se conoce ninguna función bioquímica nutricional o fisiológica del plomo.

El plomo se encuentra de forma natural en el medio, pero las mayores concentraciones ambientales encontradas son consecuencia de las actividades humanas. El plomo se acumula en los cuerpos de los organismos acuáticos y organismos del suelo. Estos experimentarán efectos en su salud por envenenamiento. El plomo es un elemento químico particularmente peligroso que se puede acumular en organismos individuales y entrar en la cadena trófica.

El acetato de plomo y el fosfato de plomo son carcinogénicos. La exposición al plomo es más peligrosa para niños pequeños y fetos. Los efectos del plomo sobre la salud son los mismos cuando se respira que cuando se ingiere. La exposición al plomo también puede dañar el sistema nervioso, los riñones, el sistema reproductor y provocar problemas de desarrollo en niños y niñas.


Compuestos organoclorados

Dioxinas: las dioxinas son tóxicas, persistentes en el medio ambiente y bioacumulativas, es decir, se acumulan en los tejidos de animales y humanos. Las dioxinas son subproductos no intencionados de actividades humanas relacionadas con la fabricación y el uso de cloro, y la combustión de materiales que contienen alguna forma de cloro. Los niveles de dioxinas en las poblaciones y en el medio ambiente de regiones industrializadas comenzaron a crecer notablemente a partir de la II Guerra Mundial, con la fabricación y dispersión de pesticidas clorados y otros productos químicos y sus residuos. La contaminación por dioxinas no se limita a las inmediaciones de las fuentes de emisión. Como otros contaminantes orgánicos persistentes se transportan miles de kilómetros por medio de las corrientes de aire y como consecuencia se convierten en contaminantes ubicuos globalmente.

Las dioxinas ocasionan una gran cantidad de efectos tóxicos ya que actúan sobre un sistema de regulación bioquímica fundamental en el organismo común en animales y humanos. Las dioxinas ejercen sus efectos uniéndose al “receptor Ah” y como consecuencia afecta a varios genes.

Los efectos toxicológicos de las dioxinas son: carcinogénesis, efectos en el sistema inmune, efectos en el sistema reproductor masculino, efectos en el sistema reproductor femenino, impactos en el desarrollo de niños y niñas y disruptor de hormonas.

No existen niveles seguros de emisión para las dioxinas (tardan años o décadas en degradarse) y son bioacumulativas (se acumulan en todos los organismos de la cadena alimentaria, aumentando su concentración en los últimos eslabones). La cantidad final que llega a los organismos vivos, incluido el ser humano (que se encuentra al final de la cadena alimentaria) es muy superior a los niveles que emiten las incineradoras.

Hexaclorobenceno (HCB): este compuesto es persistente, bioacumulativo y tóxico para la vida acuática, las plantas, animales terrestres y para humanos; se ha utilizado de forma extensiva como un pesticida y en tratamientos de semillas. Las recientes investigaciones indican que el HCB puede contribuir de forma significativa a la toxicidad causada por los compuestos organohalogenados en leche materna.

Este compuesto es un “posible carcinógeno” en humanos. El HCB puede dañar el desarrollo de fetos, el hígado, el sistema inmune y endocrino, el tiroides, los riñones, los huesos, la sangre y el sistema nervioso central. El hígado y el sistema nervioso son los órganos más sensibles a sus efectos.

PCBs: este grupo abarca 209 congéneres diferentes. Alrededor de la mitad de ellos se han identificado en el medio ambiente. Son persistentes, tóxicos y bioacumulativos. Los PCBs altamente clorados son los más persistentes y la mayoría se encuentran como contaminantes ambientales. Los PCBs se han convertido en productos químicos ubicuos globalmente e incluso se encuentran en concentraciones elevadas en tejidos de animales que viven en ambientes que se consideran vírgenes. A los PCBs se les asocia un amplio rango de efectos tóxicos en la salud que incluyen efectos inmunológicos, neurológicos y reproductivos.

Se sospecha que ocasionan muchos impactos en la salud de la vida salvaje y en humanos. Algunos PCBs también producen los mismos efectos sobre la salud que las dioxinas, ya que estructuralmente son productos químicos similares. La producción de PCBs ha cesado prácticamente en casi todos los países. Se estima que, al menos un tercio de los PCB´s que se han producido se han liberado al medio ambiente (Swedish EPA, 1999). Los otros dos tercios permanecen en viejos equipamientos eléctricos y en vertederos de residuos, desde donde continúan lixiviando al medio ambiente. Aunque ésta se considera la mayor fuente de contaminación de PCB´s hoy en día, algunos de ellos también se generan como subproductos de la incineración y en ciertos procesos químicos en los que el cloro está presente.

DDT: el DDT–dicloro difenil tricloroetano– es un pesticida organoclorado, que comenzó a utilizarse de forma extensiva durante la II Guerra Mundial para controlar enfermedades que se transmitían a través de insectos denominados “vectores”. Durante décadas, el DDT tuvo un uso agrícola y forestal, pero debido a su impacto medioambiental se prohibió casi universalmente. Desde entonces numerosos investigadores han documentado los riesgos de los compuestos organoclorados bioacumulativos para los seres humanos y para la vida salvaje en general.

El DDT y sus metabolitos son lipofílicos y, por tanto, se pueden bioacumular en los tejidos grasos. En personas que no trabajan con DDT, la comida es la fuente principal de exposición. La exposición a través de la dieta, sobre todo en los países donde el DDT ha dejado de utilizarse, es por el producto de degradación del DDT, el DDE. El DDE es más persistente tanto en el cuerpo como en el medio ambiente que el DDT y la mayor parte del impacto medio ambiental es atribuible a este compuesto a menos que haya existido exposición reciente a DDT.

El DDT y sus compuestos funcionan como disruptores endocrinos y presentan diferentes modos de actuación. El DDT, que funciona como un imitador del estrógeno, es el más activo. El DDE es probablemente el que está presente a más altas concentraciones en seres humanos y funciona como un inhibidor del andrógeno que actúa contra las hormonas sexuales masculinas. Además, el DDT es un “posible carcinógeno en humanos".

La exposición de la fauna silvestre al DDT y sus metabolitos está principalmente relacionada con la acumulación y la persistencia de estos contaminantes tanto en la cadena alimentaria acuática como terrestre. La ingesta de comida contaminada provoca la acumulación de DDT en tejidos con sus consecuentes efectos reproductivos, de desarrollo y neurológicos. Aunque la principal causa de la disminución de la población son los fallos reproductivos, el DDT puede provocar la muerte de aves por exposición directa.

Partículas

Se ha demostrado en muchos estudios de epidemiología humana, que la contaminación por partículas se relaciona con enfermedades respiratorias y con un incremento de mortalidad prematura, debido a enfermedades respiratorias y del corazón.

Estudios sobre fluctuaciones a corto plazo en el nivel de contaminación atmosférica en una región y la tasa de mortalidad diaria revelan ligeras elevaciones de estas tasas relacionadas con la contaminación por partículas. Estos estudios no indican ningún nivel seguro de partículas, es decir, un umbral por debajo del cual no se incremente la tasa de mortalidad.

Además de estas investigaciones, se han llevado a cabo estudios centrados en el efecto sobre la mortalidad de la exposición a largo plazo a la contaminación del aire. Estos estudios comparan la media anual de las tasas de mortalidad de las poblaciones que viven en áreas diferentes, con la media anual de las concentraciones de la contaminación del aire en zonas más contaminadas. De nuevo se demuestra una asociación entre contaminación por partículas e incremento de mortalidad. El riesgo de mortalidad era un 15-25% más elevado en ciudades con altos niveles de contaminación por partículas, si se comparaba con ciudades con niveles más bajos. Las causas de la mortalidad asociadas con contaminación por partículas se centraban en enfermedades respiratorias, que incluían cáncer de pulmón y enfermedades cardiovasculares, particularmente entre los enfermos crónicos o ancianos.

Por tanto, los estudios sobre cambios a corto plazo de contaminación del aire han indicado una asociación entre la mortalidad y la contaminación del aire por partículas.

También se han llevado a cabo investigaciones para estudiar si la exposición a largo plazo a contaminación por partículas, durante un año o más, tiene efectos acumulativos o permanentes sobre la salud. Algunas investigaciones encontraron una asociación con la reducción de la función pulmonar y un incremento de síntomas respiratorios especialmente bronquitis.

En suma, los datos epidemiológicos indican que existe una alta probabilidad de que exista una relación causa-efecto entre contaminación por partículas finas y los efectos adversos en la salud. Aunque se conoce poco sobre los impactos que ocasionan estas partículas en la salud, las partículas ultrafinas, posiblemente ácidas, pueden inflamar el tejido de los alveolos pulmonares, provocando enfermedades y muertes relacionadas con el sistema respiratorio y el corazón. Las investigaciones sugieren que los factores más importantes que contribuyen a la inflamación son: el pequeño tamaño de las partículas ultrafinas, su gran superficie para la liberación de metales de transición, su insolubilidad y la posible generación de radicales libres.

Hidrocarburos aromáticos policíclicos (PAHs)

La familia de los hidrocarburos aromáticos policíclicos (PAHs) es un grupo de hidrocarburos que consisten en moléculas que contienen dos o más anillos aromáticos de 6 carbonos fusionados.

La mayoría de los PAHs contienen habitualmente anillos de benceno fusionados aunque hay que tener en cuenta la existencia de PAHs basados en estas estructuras que contienen grupos alquilo. Existen más de 100 grupos de PAHs diferentes.

Los PAHs se consideran compuestos orgánicos persistentes (COPs), por lo que pueden permanecer en el medioambiente durante largos periodos de tiempo sin alterar sus propiedades tóxicas. Las propiedades semivolátiles de los PAHs les otorga gran movilidad en el medioambiente.

Pueden ingresar a las aguas superficiales a través de la atmósfera y de descargas o vertidos directos. También se detectan en aguas freáticas, como resultado de la migración directa de aguas superficiales contaminadas o como consecuencia de suelos contaminados. Los compuestos de mayor persistencia se acumulan en plantas, peces e invertebrados terrestres y acuáticos. Los mamíferos pueden absorber los PAHs por inhalación, contacto dérmico o, en menor frecuencia, por ingestión. Las plantas pueden absorberlos a través de las raíces en suelos contaminados. Los PAHs de menor peso molecular se absorben más rápidamente que los de mayor peso molecular. En sistemas acuáticos, los PAHs crecen en toxicidad según incrementan su peso molecular. Además, la bioacumulación tiende a ser rápida. La absorción de PAHs en suelo es directamente proporcional al contenido de materia orgánica y al mayor peso molecular del PAHs e inversamente proporcional al tamaño de las partículas del suelo. Los PAHs con menor peso molecular se volatilizan con mayor facilidad.

Los principales impactos de los PAHs en la salud humana se centran en sus propiedades genotóxicas, es decir, causan daños al material genético (teratogénicas, mutagénicas y carcinogénicas). Los más potentes carcinógenos son el benzo (a)antraceno, benzo(a)pireno y el dibenz(ah)antraceno.

Muchos PAHs son carcinógenos, producen tumores en el tejido epitelial en “prácticamente todos los animales testados”. Otros efectos en organismos terrestres están poco probados pero pueden incluir efectos adversos en la reproducción, el desarrollo y el sistema inmunológico.


Radionucleidos

La contaminación radiactiva tiene graves efectos para la salud humana y para el medio ambiente como, por ejemplo, tasas elevadas de cáncer, mutaciones genéticas e inmunodeficiencia.

Radiación alfa: este tipo de radiación solo viaja distancia cortas, por eso las partículas alpha son especialmente peligrosas cuando son inhaladas o ingeridas. No puede penetrar la piel de un ser humano o un trozo de papel.

Radiación beta: las partículas beta son capaces de penetrar la piel humana, por eso son peligrosas cuando entran en contacto directo con la piel.

Radiación gamma: tiene la capacidad de viajar distancias relativamente largas. Es el tipo de radiación más penetrante, similar a los rayos X de alta frecuencia, lo que supone una longitud de atenuación de 16 centímetros en el agua y de 1,5 centímetros en el plomo.

Uranio 238: el uranio 238 y sus subproductos son emisores radiactivos del tipo alfa y beta, ambos cancerígenos que pueden dañar las células de pulmones, huesos, hígado, próstata, intestino y cerebro, causando tumores malignos en estos órganos, tal y como expone un informe de 1999 sobre la salud de los obreros de la industria transformadora de uranio, auditado por el Departamento de Energía de los Estados Unidos de América.

Tras la inhalación, el uranio 238 se solubiliza y se transfiere de los pulmones a otros órganos, incluyendo el hígado, tejido adiposo y músculos. Con el tiempo, se puede excretar a través de los riñones donde, al tratarse de un metal pesado, induce al desarrollo de nefritis (enfermedad crónica). Estudios realizados a veteranos de la Guerra del Golfo indican que están excretando uranio 238 por la orina y el semen. Se estima que casi 300.000 veteranos estadounidenses han sufrido inhalación de uranio empobrecido.

El uranio 238 tiene una vida media de 4.500 millones de años y en su proceso de degradación pasa por gran parte de los otros radionucleidos existentes.

Radio 226: el radio 226 es un residuo radiactivo especialmente peligroso. El radio 226 tiene una vida media de 1.602 años y es un emisor radiactivo de partículas alfa y rayos gamma. Se puede acumular en la cadena alimentaria y daña los huesos en los seres humanos. El radio 226 también se degrada en radón 222, un gas radiactivo que tiene la capacidad de viajar centenas de kilómetros desde el origen hasta que se degrada en partículas radiactivas sólidas de polonio, bismuto y plomo.

El problema

La contaminación de nuestro aire, agua y suelos es una realidad tristemente asumida por la sociedad que ve el sistema de producción actual un mal menor en aras del crecimiento económico y la “calidad de vida”. Sin embargo, este concepto instalado en el imaginario colectivo queda en entredicho cuando miramos hacia el medio ambiente y descubrimos los niveles de contaminantes que existen en la naturaleza y en nuestros propios cuerpos.

Algunos datos recogidos por Greenpeace en el informe "Contaminación en España" pueden hacernos entender el alcance del problema de la contaminación en nuestro país. El propio Registro Estatal de Fuentes Contaminantes, EPER, que recoge los datos proporcionados por las 2.159 industrias más contaminantes de España sobre 44 sustancias peligrosas, reconoce el vertido de más de 1.200.000 toneladas de estos contaminantes al agua cada año. El aumento de la contaminación se corresponde con un aumento de la incidencia de determinadas dolencias como el cáncer y algunas enfermedades del sistema reproductor especialmente en las áreas más contaminadas.

Casi cuatro millones de trabajadores españoles (el 25,4% del total) están expuestos a sustancias cancerígenas (1). Se estima que, en nuestro país, 4.000 trabajadores mueren anualmente por la exposición a sustancias químicas, más de 36.000 enferman y que este tipo de sustancias producen más de 18.000 accidentes laborales al año. Además, el riesgo lo asumen sobre todo trabajadores no cualificados y operarios de planta.

La contaminación atmosférica provoca en España 16.000 muertes prematuras al año (2), lo que supone 10 veces más que la mortalidad anual por accidentes de tráfico. Estos datos resultan más preocupantes aún cuando sabemos que vienen provocados por el sistema de producción industrial actual, un sistema para el que existen alternativas. ¿Por qué las Administraciones no fuerzan un cambio hacia una producción limpia?, ¿existen intereses detrás de la contaminación?, ¿no existen medidas efectivas u obligaciones legales que impidan que la situación se agrave?, ¿quién va a asumir y está asumiendo los costes de la degradación de nuestro medio ambiente?

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